Quedamos con él en su calle, tocando “El bulevard dels xiprers” en la puerta de su casa, después rasgando la guitarra en la plaza de su pueblo, y más tarde emocionándose al hablar del proceso compositivo y el mensaje de una canción. Cosas que salen de alguna parte oscura, y duelen. Su no-normalidad –separada de la normalidad por una línea muy fina- se presenta aquí como un pozo creativo, un grifo vital, recordando por momentos aquella frase de Nelson Algren: “Cuando la gente como tú o yo nos volvemos normales, estamos muertos”. O, como afirma el propio Puntí: “M’estimo més el que tinc aquí dins que el que veiem a fora”. Puntí, incomprendido a veces pero siempre singular, nunca se abrió tanto.