El director se erige en fiscal para preguntar: ¿hacía falta ir beodísimo al acto de presentación de su primer sello?, ¿era necesario llevar ese sello a la bancarrota?, ¿y la detención de su productor en 1983 con cocaína?, ¿cómo llegó a vivir en un coche en 1980?, ¿y cómo dejó que le robaran los másters del LP de aquel coche?, ¿no podría haber aprovechado que Lucinda Williams le dedicara su “Drunken angel?, ¿o su amistad con Townes Van Zandt?, ¿o el hit que Merle Haggard obtuvo con su “If I only could fly?”. Y así, vaso a vaso, hasta su violenta muerte en 1989. ¿Veredicto? Culpable. Se lo hizo él mismo, señoría.