Ninguna película de Balabanov, ni siquiera “Brother” o “War”, había causado el impacto que acompañaría el estreno de esta siniestra y contundente fábula sobre los últimos días de la Unión Soviética. “Cargo 200” toma su nombre de la forma en que eran denominados los cargamentos de soldados muertos en combate, que volvían de la guerra de Afganistán, para ser enterrados en su tierra natal.
1984. La URRS atraviesa la antesala de la Perestroika, y el régimen da sus últimos y más virulentos coletazos. Artem acude a visitar a su hermano, un alto cargo del oficial del Partido Comunista que vive en una pequeña población. Su hija está viéndose con un chico llamado Valery, que la lleva a fiestas donde corre el alcohol y se escucha heavy metal. Tras una de estas celebraciones, la chica desaparece. A partir de ahí, una serie de personajes e historias se entrecruzarán formando un tapiz en el que la violencia concluirá por desatarse de forma inapelable. Pero nada escrito con palabras puede dar, ni por aproximación, una verdadera idea del poder virulento, transgresor y feroz que exuda esta suerte de sátira negra, que oscila entre el thriller, la comedia grotesca y la crónica de sucesos.
Dedicada a la lenta decadencia de la URSS, “Cargo 200“ conmocionó a Rusia. Algunos actores se negaron a actuar después de leer el guión, y fueron muchos los taquilleros de cine que se negaron a vender entradas para la película. Balabánov se encogió de hombros: “No es política, no hay ningún mensaje de ningún tipo. Sólo son mis sentimientos en aquel 1984”.