A sus 84 años, Rosa se da cuenta de que ya no tiene fuerzas para cuidar de su hija Eva con síndrome de Down. Sin embargo, se siente incapaz de tomar una decisión sobre si llevarla a una residencia. En esta ambivalencia, el director de la película acompaña a su suegra Rosa mientras ella afronta el dolor de la indecisión, encuentra consuelo en sus éxitos favoritos de los 70 y reflexiona sobre el paso del tiempo.