Brand despierta junto a una árbol, en mitad de un espacio desolado. Parece no recordar quién es ni qué hace ahí. Tras deambular sin rumbo, se encuentra con tres desconocidos que no pronuncian palabra alguna. Sin saber muy bien qué quieren de él, Brand, que cree ver en todo signos bíblicos de una posible misión divina, se deja llevar por ellos. A partir de ese momento, todo se desenvuelve como un pequeño cuento, a la vez ingenuo y cruel, en un ambiente rudo, basto y primitivo.