Magnífica muestra del mejor cine negro protagonizada por James Cagney, extrañamente interpretando a un agente de la ley en lugar de su habitual registro como criminal. William Keighley dirige la película logrando un resultado mucho más que efectivo, con escenas de acción muy realistas y un montaje trepidante. Nominada al Oscar al Mejor Guión Original en 1936.