Bug Daddy, el pequeño Calígula, el Mussolini africano, el Ubú negro o hasta el Hitler urgandés. Muchos fueron los apodos por los que se conocieron a Idi Amin, uno de los más terribles, sanguinarios y megalómanos dictadores africanos de la historia, responsable de la muerte de 300.000 compatriotas suyos entre los años 1971 y 1979, y que saltó a la actualidad internacional cuando ordenó la expulsión del país de todos los habitantes de origen asiático. En 1974, Barbet Schroeder se desplazó hasta Uganda y se entrevistaría con el dictador pactando con él la colaboración y el permiso para el rodaje de este documental, ofreciendo como resultado la imagen de un hombre educado, encantador con la palabra y vehemente en sus gestos, sin poder ni querer ocultar la enorme y oscura figura que se escondía tras la máscara. La cámara le sigue en un safari, una competición de natación y otros eventos organizados para demostrar su popularidad, pero que en realidad dejan patentes su locura y paranoia.Idi Amin colaboró en todo momento con Schroeder y su cámara, Néstor Almendros, pero condicionó tanto el montaje final que cuando se enteró que corría una versión más larga que él no había autorizado, encerró en un hotel a los 200 ciudadanos franceses que residían en su país y les dio el teléfono del realizador para que contaran su situación. Schroeder accedió a cortar los minutos que el dictador le había pedido amablemente hasta que tras su exilio, pudo recuperar el metraje mutilado y completar este remontaje final.