Lucas y Gilda viajan a un pequeño pueblo costero para intentar cumplir la última voluntad de su madre recientemente fallecida: depositar sus restos en el mar. Desafortunadamente, el único “resto” con el que cuentan es su mano prostética, aunque como dice Gilda “da lo mismo, mientras nos lo saquemos de encima”. Listos para volver a casa, un paro nacional de transporte los deja varados en el pueblo.