Hay esperanza en la pesadilla americana. Esta es una historia de redención y supervivencia vista a través de dos protagonistas: Petey (imagen de skin, trabaja en un almacén de material porno, toca en el grupo de garage The Oh Sees) y Ginger (ex-chica de compañía, “médium ocasional” que echa el tarot y da “malas noticias”). Los dos son pobres como ratas en un país arruinado, aunque por otra parte siempre lo han sido (afirma Petey). Los dos viven en una Gomorra moderna, rodeados de tristeza, locura, violencia y perdición. Y aun así, en esta sociedad dividida entre millonarios y siervos, en un país en bancarrota lleno de gente sola y desesperada, se las arreglan para mantener la esperanza, verle el lado bueno a la vida, conservar sus sueños y querer a sus amigos. Y todo ello siguiendo su propio camino. Petey and Ginger es un bello canto a la condición humana (“Un testimonio de la formidabilidad de la humanidad”) en pleno apocalipsis post-crash, filmado en puro estilo punk-rock/cinema verité (piensen en Instrument, de Jem Cohen). 58 minutos, 30.000 dildos, garage rock, odas a la otredad y a la automarginación, lleno de amor entre los escombros... ¿Qué más se puede pedir?