Así es cómo se imprimen las leyendas, con mucha confusión. Cada uno transmite el relato oral tal y como lo escuchó de boca de sus mayores; si ese día está de humor quizás añada algo de su propia cosecha, y en un radio de escasos kilómetros el mito pasará a tener una multiformidad delirante plagada de datos contradictorios con, eso sí, algunas hazañas recurrentes que se repiten a modo de estribillo. Jorge Tur viaja al parque de las Bardenas, Navarra, y allí hace una pregunta bien sencilla a sus habitantes: ¿quién era Sanchicorrota? ¿El bandolero del siglo XV que desvalijaba a los ricos y compartía con los pobres? ¿El bandido cortés? ¿El seductor? ¿El delincuente ingenioso? ¿El ladrón noble e inquebrantable que decidió suicidarse antes que perder la libertad? Con un endiablado sentido del humor y gesto sanamente desmitificador, Tur encara una cuestión tan compleja y sobreexpuesta como la memoria colectiva. Un inesperado hallazgo en una cabaña mudará el tono de los testimonios y de la propia película, trasladando el film a la historia reciente de las Bardenas, a un pasado cercano y doloroso como una herida abierta para varias generaciones.