Solo las grandes películas terminan en el vacío. "La felicidad de los perros" comienza anclada en lo cotidiano, en la vida de un padre de familia que pasa el día buscando trabajo tras el cierre de los astilleros a los que dedicó su vida, para terminar partiendo hacia una búsqueda sin retorno. César no es más que otro de esos personajes anónimos que luchan contra la inmensa incertidumbre de la falta de oportunidades. Contagiada de esa austeridad, rodada en un amargo blanco y negro lleno de sentido, el filme de David Hernández encuentra, desde su lúcida sencillez, hablar de la España del presente sin renunciar a la travesía épica: el viaje de su protagonista en busca de una identidad propia. (Festival de Gijón).
César es un hombre en paro de 40 años. Está casado con Sara y tienen una hija de dos años. Ya hace tiempo que Sara es quien mantiene económicamente la familia con su sueldo de peluquera y trata de apoyar a César para sacarlo de su rutinaria vida. Pero algo sucede en el interior de César que hace cambiar el rumbo de vida.