Tres parejas de tres generaciones, varias relaciones encontradas y un muerto prematuro se entremezclan sobre el trasfondo de un pueblo marinero y las creencias de la Galicia tradicional.
Irene, una camionera de una empresa mayorista, llega a la pequeña villa marinera de Fariño del Mar con la intención de adquirir marisco. Por desgracia su camión queda atascado en el interior del pueblo, entre un monumento surrealista y la puerta del cementerio, justo el día en que los fariñenses van a dar su último adiós a Cándido, viejo marinero y artista local del pueblo, autor de la escultura además de padre de Filomeno, patrón mayor de la cofradía de mariscadores de Fariño. El acontecimiento impide celebrar las honras fúnebres y el féretro con el cuerpo de Cándido es trasladado de nuevo a su casa donde volverá a ser velado indefinidamente hasta que se solucione el problema. Reunido en gabinete de crisis, el pueblo se divide entre los que apoyan a Irene, como Venancia, la farera y antigua novia de Filomeno -que apuestan por desmontar la estatua— y los que están del lado de éste último, que aboga por despiezar el camión. Las viejas rencillas y diferencias entre unos y otros se acentuarán enredando la, hasta entonces, tranquila vida de Fariño. El conflicto se complica cuando las mujeres del pueblo que continúan velando a Cándido, ancladas en ancestrales creencias y tradiciones gallegas, presienten que el alma del viejo no ha abandonado todavía su difunto cuerpo pues aún tiene una labor pendiente. Serán, por fin, los hijos de Venancia y Filomeno, María y César respectivamente, que mantienen una secreta relación ajenos a los problemas que separan a sus progenitores, quienes resolverán la incógnita e, indirectamente, favorecerán una decorosa salida del atolladero.