Un fervoroso anciano lleva cincuenta y ocho años construyendo una catedral con sus propias manos en busca de la paz divina pero, con el fin de sus días cada vez más cerca, la realidad material no se le presenta tan dulce. Un emotivo documental sobre una hazaña de artesanía incomparable que pone en valor la vehemencia de su objeto de estudio.
En 1961, tras ser expulsado del monasterio donde había ingresado siete años antes, Justo Gallego se compra un librito de catedrales y castillos y se prepara para allanar un terreno propio de cinco mil metros cuadrados, decidido a construir una Catedral en honor a la Virgen del Pilar. Acoplando el ascetismo y la rectitud moral del monje a la imaginación del arquitecto y la maña del albañil, Justo, a sus 93 años, recorre un camino espiritual poco convencional. La fe inquebrantable y poco más que un trozo de pan seco al día es lo único que ha necesitado este cuerpo, ahora casi cadáver, para levantar entre escombros veinticinco cúpulas y ocho torres a cuarenta metros sobre el suelo. De una magnitud que quita el aliento, la Catedral de Justo ha sido erguida mayormente con materiales donados o reciclados: alambres, plásticos, montañas de mármol partido, sacos de cemento y ladrillos defectuosos.