Este fue el primer film en que Bergman no se basó en ninguna obra literaria y que asumió en solitario su guión. Desarrolla una historia tirando a sórdida en la que se establecen una serie de paralelismos entre la realidad y su representación cinematográfica. Es la primera película en la filmografía de Bergman en la cual la muerte aparece personificada. Un director de cine recibe la visita de su antiguo profesor de matemáticas que sale de un asilo. Éste le propone realizar una película sobre el tema: "Nuestro mundo es el infierno y el diablo lo dirige todo".